Mi práctica profesional diaria como radiólogo me acerca a nuevas realidades que merecen, por su repercusión social, ser divulgadas, con la intención de activar soluciones a los problemas que estas pueden plantear.
Por ejemplo, sabemos que el cribado de cáncer de mama salva vidas, porque permite la detección precoz de tumores de mama en fases iniciales. Gracias a esta detección temprana, las posibilidades de curación de las pacientes aumentan. Pero, al margen de ensalzar la utilidad incuestionable de los programas de cribado poblacionales, ha llegado el momento de sacar a relucir algunos puntos mejorables de estos programas, siempre por el bien de aquellos quienes se someten o por quienes deberían hacerlo. Uno de ellos es la necesidad de mejorar la accesibilidad y adherencia de la población transgénero a los programas de cribado de cáncer de mama, ya que, durante el proceso de reasignación de género, este colectivo puede quedar no incluido en estos, cuando médicamente precisa de este seguimiento de forma continuada, al igual que las mujeres cisgénero. A continuación, expongo la realidad social ante la que nos encontramos y los datos científicos que avalan este necesario cambio y su normalización.
La población transgénero es un colectivo creciente en España. Revisando los datos, en 2017 se estimaba que la población transgénero, en España, era de aproximadamente 10.000 personas. Tan solo entre 2017 y 2021, en cinco años, cerca de 21.000 personas fueron atendidas por las unidades especializadas en el tratamiento de la identidad de género.
La normalización de esta realidad en la sociedad, la defensa de los derechos de estas personas y el amparo de la ley, conlleva que los casos de reasignación de género aumenten. Esta situación supone un reto especialmente en el cribado del cáncer de mama. Este es un tipo de tumor que, en la mayor parte de los casos, es sensible a las hormonas.
¿Qué dice el mayor estudio científico hecho hasta la fecha?
Según el mayor estudio realizado hasta la fecha, y publicado en British Medical Journal, sobre el riesgo de cáncer de mama en personas transgénero que reciben tratamiento hormonal, las mujeres trans (sexo masculino asignado al nacer, identidad de género femenina) tienen un mayor riesgo de cáncer que los hombres cisgénero (en el que el sexo de nacimiento y la identidad de género coinciden), este riesgo se hace más evidente a partir de haber completado los 5 años de tratamiento por efecto acumulativo de dosis a la que se expone el tejido glandular.
En los hombres trans (sexo femenino asignado al nacer, identidad de género masculino), existe un menor riesgo en comparación con las mujeres cis.
El estudio identificó 15 casos de cáncer de mama entre las 2.260 mujeres trans que participaron en el estudio, lo que supone un riesgo 46 veces mayor que el de los hombres cis. En el caso de los hombres trans, se identificaron cuatro casos entre 1.229 participantes en la cohorte, con la mitad de probabilidades de tener un tumor que las mujeres cis.
A pesar de existir limitaciones en base a algunos datos incompletos (como el tipo y tiempo de tratamiento hormonal, cirugía de mastectomía, antecedentes familiares o alteraciones genéticas, consumo de alcohol, tabaco, índice de masa corporal), los resultados de dicho estudio son suficientes para considerar que las mujeres transgénero y hombres transgénero que no se hayan sometido a mastectomía de masculinización entren en los programas de cribado poblacional de cáncer de mama. Por el contrario, varones transgénero sometidos a cirugía de masculinización (mastectomía) podrían no incluirse.
¿Qué dicen las sociedades científicas americanas?
Las principales sociedades americanas ya han elaborado guías para el cribado de cáncer de mama en personas trans, extrapolando las recomendaciones ya existentes para las mujeres cis. Entre estas sociedades figuran la American College of Radiology (ACR), de Estados Unidos, la United States Preventive Services Task Force (USPSTF), la World Professional Association for Transgender Health (WPATH) y la Endocrine Society.
Dichas guías basan sus recomendaciones en función de la edad, riesgo y tiempo transcurrido de tratamiento hormonal feminizante en la mujer transgénero, así como en base a la edad, riesgo y antecedente de mastectomía de masculinización en el hombre transgénero. De esta manera, cualquier mujer trans con más de 5 años de tratamiento hormonal feminizante o varón trans no sometido a mastectomía y con riesgo promedio (poblacional) deben ser incluidos en los programas de cribado mediante mamografía a partir de los 50 años, de igual manera que se incluyen a las mujeres cis.
Necesidad de adaptar la técnica de cribado
En la mujer transgénero, se observa un aumento de las mamas después de los 2 o 3 meses de iniciar el tratamiento hormonal y hasta aproximadamente los 2 años.
Para muchas de estas mujeres el resultado final de las mamas puede ser insuficiente, por lo que hasta 2/3 de estas buscan un aumento adicional de forma quirúrgica, mediante prótesis o incluso grasa autóloga. En ocasiones puede ser necesario individualizar la técnica de cribado, añadiendo la ecografía, para asegurar un adecuado estudio de la mama. Durante el proceso (administrativo y médico) de reasignación de género, existe el riesgo de que parte de dicho colectivo no se incluya en los programas de cribado poblacional. Los hombres transgénero que hayan formalizado la documentación según la Ley 3/2007 del 15 de marzo quedarán excluidos de los programas de cribado, se hayan sometido o no a mastectomía de masculinización. Asimismo, quedaran excluidas de dichos programas las mujeres transgénero que no haya realizado la formalización administrativa.
La sociedad cambia deprisa por lo que las administraciones y el personal sanitario debemos aceptar que existen diferentes realidades y trabajar para adecuar los modelos sanitarios actuales. Es un deber de todos asegurar que este ni este colectivo, ni ningún otro, pierdan oportunidades sanitarias.
Para mejorar esta realidad, debemos insistir en la importancia de la adherencia a los programas de cribado de las mujeres trans que han realizado la transición física y administrativa, mantener un cribado oportunista en mujeres trans que no han realizado el cambio administrativo y también en hombres trans que habiendo realizado el trámite administrativo no se han sometido a mastectomía de masculinización.
Actualmente, a pesar de poder estar dentro de los programas de cribado existe aún una cierta “incomodidad” en la sociedad. Esto, añadido a un desconocimiento del correcto lenguaje inclusivo por parte del personal sanitario, puede ser causa de una escasa adherencia a los programas por parte de este colectivo. Para aumentar la adherencia a la mamografía en la población transgénero es necesaria una adecuada formación del personal sanitario y una adaptación de espacios de manera que sean más inclusivas.
Espero, sinceramente, que este y otros artículos ayuden a concienciar sobre una situación anómala con un amplio margen de mejora.