El cáncer se está convirtiendo en un problema de salud pública de gran magnitud, representando actualmente la segunda causa de muerte en el mundo, por detrás de las enfermedades cardiovasculares.
Y todo esto, a pesar de la introducción de los programas de cribado, que han incrementado el número de cánceres que se diagnostican en estadios precoces, y del descubrimiento de tratamientos oncológicos más efectivos gracias a un mejor conocimiento de la biología molecular, que ha conducido a un incremento de las tasas de curación en múltiples patologías oncológicas. Desafortunadamente, muchos pacientes siguen falleciendo como consecuencia de esta devastadora enfermedad.
En los últimos años, la tecnología nos ha invadido y ha irrumpido de una manera inexorable en múltiples ámbitos de nuestras vidas, en nuestra esfera personal, en nuestra vida familiar, a nivel de nuestras relaciones interpersonales y, por supuesto, en todo lo relacionado con nuestra vida laboral. El mundo está cambiando rápidamente, y parte de este gran cambio, está siendo generado por los avances tecnológicos. Sin embargo, no todos los cambios son siempre positivos.
Los avances tecnológicos en el ámbito de la Oncología son responsables directos de los progresos a nivel diagnóstico y terapéutico que estamos alcanzando en esta especialidad médica, entre los que se incluyen mejores métodos diagnósticos, como la biopsia líquida o pruebas de imagen más precisas y selectivas, estudios moleculares más completos de los tumores y el uso de nuevos fármacos oncológicos, entre los que destacan la inmunoterapia, la terapia celular adoptiva y los inmunoconjugados, también llamados Caballos de Troya.
Dr. Pérez: “Vislumbro que, en unas décadas, las decisiones de tratamiento en los pacientes oncológicos serán determinadas por una máquina”
Vislumbro que, en unas décadas, las decisiones de tratamiento en los pacientes oncológicos serán determinadas por una máquina, una máquina en la que introduciremos una muestra de sangre, una muestra de tumor y qué hará una fotografía perfecta del estado y la actividad de los diferentes órganos vitales de un paciente. La máquina con toda esta información, y con la ayuda de la inteligencia artificial y el Big Data, generará un plan terapéutico individualizado para cada paciente que será desarrollado por los diferentes especialistas.
En mi opinión, este plan de tratamiento tendrá que seguir siendo corroborado y discutido en un Comité de Tumores Multidisciplinar, porque no debemos olvidar que la tecnología debe seguir siendo una herramienta de ayuda y apoyo y no debemos permitir que una máquina sea la “responsable” de tomar la decisión terapéutica final.
¿Y la relación médico-paciente, dónde queda?
No me refiero a lo que puede suceder dentro de unas décadas, sino al deterioro que ya estamos observando en esta relación en el momento actual.
La relación médico-paciente ha evolucionado significativamente en los últimos años, pasando de un modelo paternalista, en el cual el médico actuaba como un buen “padre” que sabía qué era lo mejor para cada paciente, pero sin tener en cuenta la participación de este en la toma de decisiones, a un modelo de responsabilidad compartida en el que se discuten las diferentes alternativas terapéuticas con el paciente, tomándose la mejor decisión de forma conjunta.
A pesar de ello, no paramos de oír a pacientes que se quejan de visitas asistenciales muy cortas, de que sus médicos no los miran a la cara, que no les exploran ni les tocan y que solamente se dedican a escribir en ordenador durante toda la visita. De esta manera, estamos perdiendo uno de los pilares básicos de la historia clínica de un paciente que es la exploración física. Pero esto no acaba aquí, los médicos también estamos perdiendo la empatía, esa capacidad de identificarnos con alguien y compartir sus sentimientos, y nos estamos olvidando que nuestro deber no es solamente resolver la enfermedad, también es cuidar y acompañar al paciente y a sus familiares.
Además, todo esto se ha visto agravado con la pandemia por virus SARS-CoV-2, que ha introducido el teletrabajo en la medicina, el cuál pienso que, aunque puede ser bueno en su justa medida, se está usando excesivamente y está impactando de una manera negativa en la relación médico-paciente.
La relación médico-paciente debe seguir siendo sagrada y el eje de nuestra asistencia sanitaria, sobre todo en un paciente vulnerable y asustado como es el paciente afecto de una patología oncológica. Es nuestra responsabilidad no solamente tratar la enfermedad, sino al paciente con la enfermedad, cuidarlo y acompañarlo, y por supuesto, ofreciendo al mismo tiempo siempre la mejor alternativa de tratamiento a cada paciente y, para ello, apoyarnos en todos los avances tecnológicos que están ocurriendo en los últimos años.
Mi padre me enseñó muchas cosas más allá de conocimientos médicos, y una de sus principales y primeras lecciones fue sobre la relación médico-paciente, y recuerdo que me decía: “Trata a tus pacientes como te gustaría que te trataran a ti”.
No concibo curar a un paciente con cáncer sin que sienta empatía, compasión, cariño y apoyo. Al que pueda abrazar, cogerle de la mano y mirarle a los ojos.
Por favor, no olvidemos el juramento hipocrático que prometimos cumplir y aspiremos a una medicina tecnológica, pero también humana. Por ello, propongo crear en todos los centros sanitarios Unidades de Humanización que velen por no perder lo más esencial que tenemos, el amor y el respeto entre seres humanos.
Oncólogo, director adjunto del IBCC